Querido Gerardo, macho de mi vida te mando este wp para confesarme. Te cuento que conocí un jugador de básquet, un negro enorme y jovencito, de unos 23 años, juega en Goes esta temporada. Siempre me decís que me suelte y goce la vida y te hice caso. Te recuerdo que hace un mes te fuiste a trabajar a Buenos Aires y solo encuentro calma cuando me masturbo pensando en ti y otro hombre cualquiera. Estaba sentadita en la vereda en una mesa de La Pasiva a la salida del liceo tomando un café y se me acercó ni me acuerdo con que pretexto, creo que me preguntó una dirección. Nos pusimos a charlar lo conocía del club, es de Washington y vino por la temporada.
Un moreno muy simpático, tomamos un par de café, todos nos miraban por el contraste yo rubiecita y menuda y él un engrasó azul.
Me terminó acompañando a casa, caminamos conversando esas cuadras y en la puerta del edificio nos pusimos de mimos. Me acaricio el pelo y yo me quede quietecita y cuando busco mi boca no se la negué, me
metí toda esa leguen en entre mis labios. Cuando se pego a mí, para dame el beso, sentí un bulto enorme entre sus piernas y me volví loca de deseo. Loca me entiendes cariño, perdí la capacidad de razonar y me deje llevar… yo se que de haber estado tu me hubieras ordenado – cojéelo, sácale toda le leche Martita – Codiciaba ese pedazo dentro mío y obedecí a mi instinto y a lo que tu esperas de mi que sea siempre una puta provocativa y regalada.
Pasamos. Llegué a la puerta del apartamento con los pechos casi desnudos por sus manos y unas ganas locas de coger. Abrí la puerta mientras le abrazaba y frotaba mis tetas contra su cuerpo buscando su boca como una perra en celo. No sé muy bien cómo pero ingresamos y cerré la puerta con un golpe de caderas.
Me quitó o me saque – ni me acuerdo, – la tanga en el umbral, de tan caliente que estaba, necesitaba comerlo.. Me enrosqué en sus piernas mientras me apretaba fuerte a ese macho vigoroso Solo me separó un instante, lo suficiente para dejar deslizar mi vestidito y desnudarme. Silbó al verme despojada exhibiendo mis pechos, mi vagina y mi culito, yo me giré despacio para disfrutara bien de mi cuerpo. El semental me abrazó fuerte desde atrás y sus enormes manos cubrieron mis tetas apretándolas y haciéndome sentir auténtico placer y dolor porque me estrujo los pezones con fuerza.
Me volví para desarroparlo, pero la camiseta se la quitó él, es demasiado alto para mí. Yo le baje la bermuda y me quedé pasmada con el bulto bajo el bóxer. Pero mucho más asombrada resulté cuando al deslizarse la ropa interior, aquella polla grandiosa, negra, dura y ciclópea, brincó libre de la ropa quedando a la altura de mi cara. El tufillo a pija, esa paradisíaco fragancia que me deja en trance se metió por todo mi organismo.
Un leve envión a mi cabeza, tomándome del cuello fue suficiente para qué mi boca se rasgara golosa al festín de sentir una verga en mis labios. Que verga cielo, que verga.
Evidentemente en forma irresistible lo mame, se la chupé, le hice mimos con mi boca asombrada de una pija tan grande, nunca había tenido dentro mío una polla tan magnánima. Llenaba toda boca. Hermosísima, gruesa y poderosa me costaba abarcarla con los labios, tanto que pensé como sería aquello dentro de mi vagina y me dio un temblor de deseo y espanto. Enseguida en lugar de asustarme me excité muchísimo más. Tanto que dejé una mamada inacabada para pedirle que me clavara allí mismo, de pie contra la puerta, no quería que se acabara. Lo quería en mi vagina. Dame papito, dame por favor, ahora aquí. – Le rogué – entre sollozos.
Gerardo, que potencia Dios, me alzo en vilo y sentí la cabeza de su miembro punzando por entrar en mi.
Sabes que no soy muy alta, y mucho más en comparación con aquella torre negra. Me tomó por la cintura y de un impulso me elevó lo suficiente como para colocar su verga entre mis labios vaginales, y entre el movimiento ascendente de su cadera y el descenso natural de mí cuerpo me empalo despacio pero de un solo movimiento.
Pensé que aquel pedazo me haría trizas la vagina, que la penetración me dolería pero era tal mi calentura y tan intensa mi lubricación que su pene entró dentro de mi cuerpo como un hierro caliente en la mantequilla.
Sentía aquella boa deslizarse dentro de las paredes de mi vagina, socavándome.
Me abrió de par en par, hasta mi útero. Me sentí empalada, con mis pies colgando, sujeta por las nalgas y ensartada en aquel miembro enorme. Como pude me moví – como pude, – con mis piernas rodeando su
cintura, mis brazos a su cuello, sus manos en mis nalgas moviéndome arriba y abajo con aquella polla enorme dentro de mí. Que placer de hembra ensartada, que goce de esclava sumisa a merced de su sátiro. Gerardo llore y grite de placer. Sentía que me acababa en forma irrefrenable como sin un rio de eléctricas anguilas que recorrían mi medula espinal cabalgara en mi interior.
Me sentí felizmente ensartada por aquel pollón. Fuimos escandalosamente ruidosos, entre mis jadeos, gemidos, gritos, ronroneos, todas las exclamaciones que acostumbro a decir en mis orgasmos y los golpes en la puerta se deben haber enterado todos los vecinos. Nos corrimos al unísono, el su primer orgasmo, yo ya como en el sexto consecutivo. Un borbollón de leche tibia inundo mi concha hasta las trompas de Falopio.
Sabes que soy muy generosa con mis orgasmos. Su eyaculación fue abundante, como mis secreciones. Nos fuimos recién a la cama entre jadeos y besos agotados por ese polvo descomunal y nos dormimos desnudos sobre las sábanas, mi cuerpo blanco y abierto y su mole negra y musculosa.
Desperté con una muy agradable sensación, el baloncestista acariciaba mi vagina y mis pechos mientras contemplaba mi cuerpo desnudo en la penumbra de su cuarto escasamente iluminado por la claridad que entraba por la ventana. -¿De verdad tienes los años que dices tener? – me preguntó -mientras refregaba su verga en mi vientre.
Si cielo, tengo 50 años, soy una vete – le conteste entre sonrisas – esos aunque aparente menos. Me cuido para gustar y disfrutar.
Pues lo has conseguido me dijo mientras yo ya acariciaba su miembro. Y me besó. Y me calenté. Me puse muy perra. Lo empujé hacia atrás, le besé los testículos, una buena comida de huevos, hasta que conseguí que aquel pollón se dispusiera en su verdadera magnitud, al menos en la dimensión que yo deseo. Me puse sobre él, me tomé mi tiempo para colocarme, bastante arriba, le cogí la polla y la dirigí decididamente entre los labios de la vulva. Y despacito, muy despacito, me dejé bajar, dejándola entrar dentro de mi vagina.
Llegué hasta abajo, me la metí toda y me sentí empalada. Y me corrí solo con notarlo. Pero no me detuve y me moví como todas las ganas. Arriba y abajo, adelante y atrás, girando la cadera, sintiendo dentro aquella masa dura y enorme. Acaríciame las tetas – le pedí con voz entrecortada – y obedeció mi deseo.
Y aquellas manos enormes me forraron las tetas y sabes que las tengo chiquitas. Me las cubrieron y me las acariciaron, apretaron, masajearon, amasaron y sacaron hasta la última gota de placer que me pudieran proporcionar. Me corrí puede contar que una docena de veces llenándole la entrepierna de fluidos vaginales. Luego se corrió, otra vez dentro de mí.
Me dejé caer a un lado y separé las piernas porque me pidió ver su semen saliendo de entre los pliegues mi concha. Me duché mientras el se vestía para irse y mientras me vestía nos intercambiamos los número del celular para quedar otra vez. Tengo muchas ganas de volver a sentir aquella sensación de una pija enorme dentro. Quiero volver a sentirme empalada. Quiero que me coja poniéndoseme encima y corriéndose con una gran corrida dentro de mí. Y mi amor si me ayudas, lo guardo para la semana próxima cuando regreses, tengo ganas de darle el culo. Tuya Martita.
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